Estudios recientes arrojan interesante y tal vez no tan sorprendentes evidencias con respecto a esos pequeños seres que llamamos niños.
Estudios científicos comprueban que los niños no son obra de Dios sino del Diablo.
Este, usurpando los poderes del creador original, condenó a la humanidad al influjo malévolo pero placentero del sexo enmascarado de amor, para conducir esos arrebatos a la concepción sempiterna. Así hombres y mueres se atestarían de hombres y mujeres por los siglos de siglos, condenados a vivir vidas muertos en vida, controlados por los gobiernos de pocos hombres para que, en beneficio de sus familias y de sus pequeños monstruos, trabajasen y trabajasen soportando indecibles torturas y vejaciones.
Los niños son en verdad creación del Diablo. Este, el gran engañador, el maestro de las sutilezas y de la seducción, ha creado la mascarada perfecta culpando a Dios de tal condena.
Ahora, niños que conciben niños, niños que matan adultos y niños, niños que traman, urden planes para derribar barreras virtuales, para violar en grupo, para chantajear, para conseguir buenas notas a cambio de una felación. Esos niños de Dios son los niños del Diablo.
Por eso nunca los ñiños son el futuro del mundo. Porque ellos mismos ya ni siquiera son niños más.
La inocencia es un concepto cultural inventado. Los niños ya no son inocentes. Son ignorantes...hasta que saben.
La muerte no es el fin de la inocencia, es el despertar de la carne.
Los niños son del Diablo, y sus vástagos reinan la Tierra con singular caos y perversidad.
El Diablo, señor de la Tierra, reina sin contensión, abriendo sus brazos a la lujuria eterna para que solos los hombres y mujeres acaben consigo mismos por los siglos de los siglos
amén.
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