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LUNATICS: NOS ALUNIZA NOS VUELVE LOCOS LA LUNA

domingo, 19 de septiembre de 2010

19 de septiembre de 1985

Un 19 de septiembre de hace 25 años fuimos sacudidos literalmente por un terremoto de 7.5 grados en la escala de Richter. Recuerdo esa sensación de pasmo, de no saber qué pensar. Acudí al Colegio del Tepeyac como siempre, todo mundo comentaba lo sucedido. Muchos gastaban bromas. Jóvenes.
Cuando llegué a casa vi a mi madre silenciosa y preocupada. No se me ocurrió preguntarle por qué.

Mientras transcurrían las horas y todo el país estaba inmerso en esa consternación colectiva, mientras millones ayudaban a rescatar cuerpos y sobrevivientes, mientras Jacobo Zabludovsky reporteaba desde la derrumbada Televisa, mamá me decía: “No se ha reportado tu papá.” Sólo me pasaba un pensamiento en la mente: que mi papá seguro se la había pasado otra vez con alguna de sus mujeres, el cabrón.

Ya en la noche, como a las 9, recibí una llamada de mi medio hermano. Lo escuché. Sentía la mirada de mamá en mi nuca. Colgué. Me volví hacia ella: rompió en un llanto inconsolable.

La última vez que vi a mi padre habíamos peleado duramente. Mi papá se ponía muy grosero cuando mi mamá le hablaba de cuentas pendientes, de las colegiaturas, él ya no quería dar un céntimo. Esa ocasión oí que le gritoneó y que le habló horriblemente. Recuerdo que por primera vez lo encaré y le advertí que si volvía a dirigirse así a mi madre le iba a romper la suya. Abrí la puerta. Él se fue en silencio. Alcancé a vislumbrar en su mirada desconsuelo, tristeza. A causa de su exacerbada inclinación por el alcohol y las mujeres, había perdido todo. Gracias a su última amante los fondos que estaban destinados para la futura universidad de mi hermana y mía se esfumaron.

Cuentan que en el momento del sacudimiento se encontraba en el departamento de ella. Que alcanzó a envolverla en toallas y la lanzó por la ventana. Ella se salvó.

Un recuerdo solidario a todos aquellos que perdieron a sus parientes, seres queridos, conocidos y desconocidos. La naturaleza nos deja jugar a que somos muy poderosos. De pronto, cuando se harta, de un manotazo nos aclara quién es quién y qué somos en este universo.

Pa, ¿Nos perdonamos? Te quiero.

p.d. cuida a mamá.

2 comentarios:

  1. Aveces somos tan egoistas que no podemos reconocer los tesoros que tenemos en nuestras vidas no entendemos la importancia del perdón y el amar a cada instante mi pesame a tí y a todas esas personas seguro estaran en un lugar a donde algun día nos volveremos a encontrar!

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