miércoles, 1 de septiembre de 2010
Esos porqués que ni la luna
Se suponía, queridos lunatics, que ya para el año 2000 volaríamos en nuestros propios Ford último modelo; supongo que el gordeano tránsito se transladaría a los aires. Se suponía que comeríamos "bien", "equilibradamente", "sano" (sea lo que quiera significar esas tres palabrillas que aún no podemos hallarle la hebra); se suponía que ya habríamos (¿habríamos?) llegado a Marte (con la respectiva contaminación, tirada de basura, y demás actividades muy esforzadas en las que los seres humanos nos ganamos la medalla de Oro); se suponía que sí, que todo eso, que no sé qué...pero no.
Es probable que haya sido lo mejor: hoy en día, cursando el año de Cristo de 2010 no comemos bien (la gran mayoría del planeta, aunque no lo crea el estimado lector lunatic, ni siquiera come), no estamos en forma, no volamos (a menos que sea debido a una milagrosa plantita o en avión), no somos ya muchos: somos demasiados.
Apenas se comienza a dar cuenta una parte del mundo (la mitad) que la mujer es igualita al hombre (nada más que en bonito) y que también es capaz de hacer tanto acciones dignas de reconocimiento, obras que exaltan el poder creativo de la humanidad, como extorsiones, fraudes y malos manejos. Igual.
Apenas comenzamos a intentar tener la voluntad de comprender (no necesariamente de condonar o apreciar o admirar) los gustos, preferencias y valores de "los otros".
Todos somos "otros". Somos un nosotros que cada vez más pareciera desea mocharle el "nos" para abandonar al "otros" a su poca suerta.
Esta es una época oscura, se ha dicho con fiel razón, pero eso no significa que sea mala. Tiempos malos siempre ha habido. No quiero ponerle una cara feliz amarilla postiza al paciente lector, simplemente anoto que así ha sido por los siglos de los siglos amén.
Los muchos son apachurrados (por ellos mismos incluso) y por los poquitos que están arriba, aplastados y aplastados hasta que un día, quién sabe por qué razón en ese bendito/maldito momento deciden decir: ya basta. Todo se agita, la azúcar pegadiza se mezcla en el vaso de agua, hasta que se asienta de nuevo, hasta que se hace piedra.
No va a haber fin del mundo en el año 2012: a menos que pensemos que signifique el fin de una era gubernamental (en particular para México). No va a haber fin del mundo porque ya fue.
Esta es una bena nueva: podemos comenzar. Podemos levantarnos de estas cenizas, de esta polvareda que no nos deja ver en dónde estamos parados o si seguimos a la orillita dle abismo.
Tenemos mañana, tenemos por lo menos hoy.
¿Qué hemos querido ser siempre que no hemos podido ser?
Quitarnos un rato la máscara, vernos a nosotros mismos tal cual. Estaría bien.
Sería un cambio. Sería refrescante volver a ver los razgos reales de nuestro, pues al final, tal vez no sea nuestro nuestro pues ni lo creamos ni lo compramos, pero no lo pusieron ahí y podemos hacer algo con ello.
Que no muera la esperanza ni la ilusión. Pero que cada día de verdad estemos repitiéndolo en cada acto.
Aquí estamos, aquí seguimos.
Aún está allá afuera eso que llamamos Amor.
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Todo aquello que bajo la Luna, prende nuestra mirada: