¿Cuál es tu fin del mundo?

Tiene sobrepeso, todos los días se promete que entrará ahora sí en el régimen alimenticio balanceado, que irá al gimnasio. Su fin es ponerse buenísima o buenísimo.

Todos los días se queja por el tránsito infranqueable del que él y su automóvil es también parte, y llega al trabajo entre bostezos, malencarado o malencarada.

Son las diez de la mañana y apenas se dirige por su café (esclavo del café porque ya no puede fumar dentro)...por la tarde es cuando ya en serio se pone a trabajar.

Y lee libros donde se desmenuzan profesías devastadoras sobre el fin del mundo en el 2012; sobre la sabiduría de los mayas y los egipcios. Solo lee lo relacionado a supersticiones, no sobre su cultura o su desarrollo económico o político.

En las noticias se anuncia con bombo y platillo, casi con regocijo disfrazado de consternación, que una ola gigantesca ha arrasado con Japón.

Él o ella se echan otro panecito del globo. Se le hace tarde para irse al dominó o con las amigas, según el caso.

Una guerra despedaza mujeres y niños en Libia.
En el medio Oriente escasea el agua y el alimento.

Ella o él piensa qué flojera trabajar, qué flojera ir con los hijos, los gastos, qué mal que construyen un segundo piso, otro.

Mi pareja está cerda, horrible. Quiero otro coche. Quiero otro hijo.

Manda "buena vibra" en las redes sociales, envía chistes por correos electrónicos.

A él se le cayó ya el cabello y aun sería joven. La panza le cuelga. Se ajusta el cinturón para sostener la enorme barriga. No deja de ver su acostumbrada pornografía en la oficina, chatea, todo mundo lo considera muy buena onda. Un ciudadano ejemplar.

Se preocupa, se angustia por el bien de los suyos, haría lo que fuera por ellos.

Mientras tanto, del otro lado de su mismo planeta, miles mueren por una estupidez, millones no tienen qué comer ahorita, en este mismo momento.

Pero ella o él espera con terror el fin del mundo...y sale en busca de una cerveza.