sábado, 8 de mayo de 2010
El eliminador de madres
Examinan cada fotografía. Esas mujeres que ya no están entre nosotros respirando aires contaminados pero finalmente con oxígeno.
Alguien por odio las mató. Alguien sin consciencia de sí se deshizo de sus vidas sin mediar una trifulca. Tal vez un despecho. Tal vez una impotencia masculina que en su ira se desboca sobre las provocadoras de su pasión insatisfecha.
Ellas ya no están aquí. Y muchas fueron madres antes de lo previsto. ¿Cuándo es ahora lo previsto? No existen esos previstos: madre es la que tiene al hijo y lo ama.
Por ahí ronda sin rumbo el ser del odio y la venganza, el ser que alguna vez fue hijo y nunca se lo hicieron sentir. Por ahí ronda sin sueño ni sueños el ultrajador de inocencias, el que nunca oyó un te quiero o una caricia en el cabello.
Y hay quienes querrán culpar a la madre que parió un monstruo por sus actos innombrables. Pero la madre misma solloza en la oscuridad de su culpa por haber amamamantado a un humano que no tiene ser. Ella que iba a saber.
Las madres que dan la vida por los hijos. Los hijos que tienen hijos por doquier sin amar.
Por ahí ronda aquel que limita la vida de sus víctimas a sus deseos desalmados. Sin alcanzar jamás la satisfacción, pues su acto es un hoyo que se cava más hondo, su corazón está vacío.
Piedad a aquellos que habiéndola tenido la perdieron en su odio por ser lo que resultaron ser.
Piedad para ellos que bien saben lo que hacen y no paran de hacer daño por doquier.
Piedad, más piedad para ellas que no tenían porque sufrir los embates de una cabra a la que le arrancaron los ojos con todo y alma.
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