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LUNATICS: NOS ALUNIZA NOS VUELVE LOCOS LA LUNA

martes, 25 de mayo de 2010

cuento de conciencia

Una señora estaba despotricando –nuevamente o como siempre- sobre las innumerables y supuestas infidelidades de que ella era objeto por parte de su marido. La señora manoteaba como alguien que está a punto de morir ahogado en una piscina. Abría y cerraba la boca como jalando el último aire de su vida. Su cólera era tal que, en efecto, parecía que el oxígeno se le agotaba. Pero el deshacerse de su frustración era más vital que vivir.

Una niña (o probablemente un ángel) la observaba con curiosidad y extrañeza. La miraba sentadita (si se le hubiesen visto las alas las hubiera recogido), intentando comprender por qué esa mujer siempre estaba de malas, “si la vida es tan hermosa”, se afirmaba a sí misma la pequeña niña, quien en su corto pasar en este mundo sublunar, ya había visto y sufrido en carne propia suficientes muestras de la deshumanización humana.

De pronto, un insecto indefinible a primera vista, saltó y cayó al suelo, aparentemente de la cabeza de la colérica mujer. Tránsida de horror (y atizada con más furia) gritó su asco ante el minúsculo bicho y lo pisó, haciendo oídos sordos a las suplicas de la niña que le había pedido no lo hiciera, que se detuviera.

Así sin más, la señora calló boca y subió a recluirse en su oficina para chatear con un galán de telenovela. La niña recogió al insecto, lo tomó entre sus finísimas manitas, le susurró (como si fuese al oído) que perdonara a esa loca; no, no loca, tonta mujer, por haberlo pisado. Salió y bajo un frondoso árbol enterró al grillo que había sido confundido por una cucaracha. Ahí fue cuando irremediablemente la señora perdió su conciencia, la había aniquilado ella misma.

La niña pudo escuchar que el grillo le agradecía su amabilidad y su gesto para ayudarlo a recuperarse y agregó: “Gracias, pequeña, pero estaré bien en el más allá, que Dios me perdone, pero ya estaba cansado de la señora.”

El grillo se fue al cielo de los grillos y se convirtió en una minúscula estrellita. Cada noche, la niña la mira a un ladito de la luna y le dedica una mirada de ternura.

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