martes, 22 de junio de 2010
Qué libros lees y te diré quién eres?
Quien sabe.
El eterno debate sobre si los libros te hacen mejor persona no ha cesado. Hay registro de personas de indiscutible cultura pero también insoportable maldad.
Lo cierto es que los libros abren nuevos mundos, viejos mundos los renueva, los nuevos los guarda para el pasado y el pasar de la vida de un individuo.
Carlos Monsivais falleció, sin duda una enciclopedia andante. No iluminó nuevos caminos literarios, pero nos dio lúcidas referencias sobre el mundo en que vivimos. Desmenuzaba (a veces de manera un poco enredada) ese intrigante ser que se dice Mexicano. Apoyó siempre a las minorías,él mismo, callado miembro de una. Un hombre que tenía el dato de todo, un disco duro andando. Bajaba fechas, poemas (que recitaba como los rosarios de las novenas, rápido y sin intensión), y siempre con la ironía en la punta de la lengua.
Un ser pensante. Eso se extraña. El Estado lo petrifica, pero el pueblo lo despide vivo.
José Saramago: otro escritor que, como Monsi, alentó a miles de fieles seguidores. De una manera sólo comparable con Gabriel García Márquez.
Saramago fue uno de los mejores novelistas del siglo XX. Ya en este XXI continuó ofreciendo obras todas legibles y que entrañaban esa crítica (también irónica) del mundo acelerado y comprador que vivimos.
Pero lo importante de un escritor es su literatura: y la de Saramago era propia y elegante. Era su voz. Era a veces casi poético. Su prosa baila,nunca brinca, nunca abrupta. Siempre como un caudal. A veces sin puntos. Corría y corría su río de palabras, y siempre tenían algo de saudade encapsulada.
Se critica mucho al Premio Nobel. Concuerdo en los olvidos (a propósito y no) pero también debo coincidir con algunas acertadas decisiones: Saramago lo merecía por mucho.
Yo no lo conocí hasta que lo obtuvo y me leí casi todos sus libros. Me falta un par, sus últimas.
Y se agradece mucho la imaginación, el poder de viajar.
Tal vez los libros no nos hacen mejores personas, eso depende de la intensión con la que se lee.
Puede ser uno un sarcófago de datos o puede uno recrear lo creado.
Es triste siempre que se va un artista: son los únicos que siguen arrojando lucesitas a este pobre mundo.
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