Sombras nada más

Una querida amiga (sincera y mordaz sin que se dé cuenta) y una persona a quien amo profundamente (y quien es para mí el mundo alrededor del cual giro), por separado, me cuestionaron sobre el por qué aborrecía el futbol. Aclaro: no aborrezco el futbol. En verdad, debo decir que si algo aborrezco es a los políticos y a los que matan gente.

El futbol es un deporte muy entretenido. Yo he visto algunos de los juegos y me he divertido mucho. No requiere de grandes conocimientos para poder disfrutarlo. Y el nivel de las ligas europeas es espectacular. Existen cracks hoy en dia que hacen pensar en lo ilimitado que puede ser el talento. Soy declarado fan de Zidane, para mí, el mejor y más elegante futbolista de los últimos tiempos. Y desde niño siempre me sentí atraído por la selección Alemana y por la Italiana. Con el tiempo me he percatado que una de las razones es que amo sus lenguas, las aprendí y amo a sus poetas y escritores. Aunque, por supuesto, amo la cultura de todo el mundo.

A las damas, les fascina el futbol pues los jugadores, como guerreros, de cuerpos sólidos y marcados, se ven sumamente apetecibles para ellas. Siempre será grato ver algo bello. Lo mismo nos pasa a los hombres cuando admiramos a las chicas que con las playeras atadas a la cintura dejan asomar sus divinos ombliguitos, saltando de felicidad. Se agradece.

Lo que me desconcierta es esa fusión incomprensible para mí (y que ni siquiera Villoro me ha sabido explicar) entre el gusto por un deporte y el nacionalismo. Y lo que es más preocupante: el fanatismo.

Cierto es que esta misma enfermedad (pues lo es, la fascinación exhorbitada es una dolencia) se respira en casi todo el mundo: Inglaterra, Alemania, Portugal, Francia, España ____________________ponga en la línea el suyo.

El fanatismo, que no pasión (la pasión es otra cosa y ha sido trastocada y despojada de su verdadero significado), genera violencia, agresión. El fanatismo genera odio.
Es una contradicción: pero un deporte que se promociona como de unión separa, divide.

La gente se une con "los suyos" si alguien no pertenece a ellos o no se digna o no quiere, de inmediato es visto ni siquiera sospechosamente sino franca y abiertamente como enemigo. No hay espacio para la neutralidad.

Las personas en verdad viven una euforia que me deja boquiabierto. Y estos días he comprobado que no tiene nada qué ver con la ignorancia cultural o de instrucción. Tanto el analfabeta como el doctor universitario se vuelve loco por mirar un partido en el que sólo participa mirando, gritando. Es un fenómeno sociológico que no ha arrojado mucha claridad.

Es interesante. Pues al final se comprueba que esta es una herramienta clave de control sobre el pueblo. En la medida en que se puedan abrir válvulas de escape a la gente, esta mitigará sus ansias de protesta o de componer las cosas que estén mal.

Y las personas en verdad sienten la necesidad de desahogarse: de la presión económica, de la incomodidad de vivir bajo el mismo techo con quien no se desea ya vivir, de no ser quien físicamente es, de no poseer los objetos que no tiene...etc.

Es peligroso decir esto. Sé que lo es. Pero así es. Lo que sucede es que no es nada popular. Y la mayoría, enardecida, manda.

Aquí es donde uno se pregunta, si en verdad las personas están tan cansadas de sus gobiernos y en verdad están tan urgidas de mejores condiciones de vida, y aman con tal frenesí a su país, su bandera, sus colores..¿por qúe no hacen nada para corregirlo?

No quiero decir que esté bien o mal pero el hecho es que esa misma "pasión" que enciende los ánimos de la gente de cualquier país, es exactamente la misma que desata las guerras. No hay diferencia: todo por defender una bandera.