martes, 16 de febrero de 2010
La sotana y la falda
Amigos Lunatics:
Personas consagradas a un credo se ven inflingidos por un demonio más humano que ultraterrreno: la sexualidad.
Se condena lo que es intrínseco del ser humano, lo que prevalece en la especie, lo que le da su razón de ser.
Ignoro como podamos juzgarlo y no tratamos aquí de juzgar pero el sexo hace que gire el mundo. Innumerables situaciones se desatan o se resuelven mediante el sexo.
Se cierran negocios alrededor del sexo o gracias a él.
En lugares públicos, a plena luz del día, niños y adultos estamos expuestos al sexo.
Es inevitable porque nosotros mismos vamos a él.
En programas televisivos de México atestiguamos a qué grado se horrorizan las madres de familia de que sus hijas de 13 años entren ya a la vida sexual.
Si mostramos esa reacción menos confianza nos tendrán los jóvenes, menos confianza tendrán de platicar sus inquietudes.
Es inevitable, es un impulso hormonal, humano, y bien sabemos que nunca termina. Sólo cuando el propio cuerpo ha dado de sí.
En un entorno en el que debemos de buscar nuestra seguridad (porque no se nos proporciona por el Gobierno, enfrascado en una guerra anticipadamente perdida contra el narcotráfico) únicamente la comunicación verdadera, de real intensión, de querer conocer qué sienten, qué inquieta a los jóvenes, puede ser un camino para evitarles futuros y no muy lejanos descalabros.
Ser joven es sinónimo de energía, de impulsos. No censuremos esto, censuremos nuestro silencio, censuremos nuestro espanto.
El descaro o el fingimiento.
Buscar un punto medio, pero el sol no se puede tapar con un dedo.
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